¿Qué son las anomalías congénitas?
Agentes externos
Alrededor de un 10% de las anomalías congénitas están causadas por factores externos. Se demostraron los efectos de la radiación por la gran incidencia de malformaciones en los hijos de las japonesas embarazadas expuestas a las bombas atómicas de 1945, así como en las gestantes sometidas a radioterapia. El riesgo para el feto es menor en las radiografías utilizadas para la elaboración de diagnósticos; no obstante, los radiólogos recomiendan realizar sólo las necesarias o no realizarlas durante el embarazo. Otros agentes externos como someter a una gestante a temperaturas elevadas (como la de un baño muy caliente) también puede producir anomalías congénitas.
En 1955 se descubrió en Japón una "epidemia" de parálisis cerebral debida a que las embarazadas consumían pescado contaminado con el producto industrial metilmercurio.
Diferentes infecciones padecidas por una gestante pueden lesionar al feto. La más típica, la rubéola, puede producir retraso mental, ceguera y/o sordera en el recién nacido. La vacunación de niñas y adolescentes evita que se produzca la infección durante los embarazos futuros de esas mujeres. Otras infecciones que pueden dañar al feto si se producen durante la gestación son el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), la varicela, la toxoplasmosis y la infección por citomegalovirus.
Las mujeres con diabetes melitus tipo I (insulín-dependiente), mal controlada durante la gestación, pueden tener hijos con cardiopatías congénitas y otros problemas. La fenilcetonuria(enfermedad del metabolismo) puede producir polimalformaciones y retraso mental en el niño, si no se controla durante el embarazo.
Causas genéticas
Algunas anomalías genéticas presentan síntomas evidentes ya en el momento del nacimiento. Pueden ser causadas por mutaciones génicas de un gen, de varios genes (herencia poligénica), o por alteraciones cromosómicas complejas. Muchas enfermedades se heredan de modo recesivo: ninguno de los padres padece la enfermedad pero ambos son portadores del gen causante de ella.
Cuando ambos padres presentan un gen dominante A y un gen recesivo a, sus descendientes pueden heredar una de las cuatro posibles combinaciones: AA, Aa, aA, o aa.
Si el gen recesivo a transmite la enfermedad, existe un 25% de probabilidades de que cada hijo esté enfermo. En otras anomalías congénitas la presencia de un solo gen recesivo produce la enfermedad.
Diagnóstico y detección
Se han desarrollado diferentes pruebas diagnósticas para detectar los genes defectivos y las anomalías fetales. Para algunas enfermedades hereditarias como la enfermedad de Tay-Sachs y la anemia de células falciformes se dispone de pruebas para detectar los genes defectuosos en los padres sanos.
Muchas enfermedades congénitas se pueden diagnosticar mediante amniocentesis. Se toma una muestra del líquido amniótico que rodea al feto para analizarlo y se cultivan las células fetales descamadas para estudiarlas. Otro método para obtener células fetales consiste en la realización de la biopsia de vellosidades coriónicas. En las células fetales cultivadas se puede estudiar una función concreta o analizar su ADN para detectar una anomalía congénita. También se puede obtener una muestra de sangre fetal del cordón umbilical.
Existen algunas pruebas diagnósticas menos agresivas que las anteriores. La más utilizada es la ecografía (basada en los ultrasonidos), útil para diagnosticar malformaciones, la edad fetal, los embarazos múltiples y el sexo fetal. Los niveles elevados de alfa-fetoproteína en sangre materna pueden indicar la presencia de una espina bífida; los niveles bajos pueden indicar síndrome de Down. En este caso también pueden aparecer niveles anormales en sangre materna de estriol no conjugado y de gonadotropina coriónica humana (véase Sistema Endocrino).
Muchas malformaciones congénitas estructurales pueden ser corregidas mediante cirugía. Entre ellas se incluyen el paladar hendido y el labio leporino, los defectos de desarrollo de partes del tubo digestivo, las malformaciones cardíacas, el pie zambo y la escoliosis congénita. El tratamiento de algunas enfermedades hereditarias utilizando la ingeniería genética es un avance reciente que se encuentra en fase de ensayo clínico.
Causas poligénicas y multifactoriales
Hoy en día no se conoce la causa de las dos terceras partes de las anomalías congénitas. Se piensa que algunas malformaciones cardiacas y de la columna vertebral son poligénicas, es decir, producidas por la presencia simultánea de varios genes anómalos. Otras anomalías congénitas parecen ser multifactoriales, esto es, producidas por genes anormales que interactúan con agentes ambientales perjudiciales.
Algunas malformaciones se producen con más frecuencia en padres de edades avanzadas; por ejemplo, el riesgo de que nazca un niño con síndrome de Down se incrementa con la edad de la madre.
Alergia, Asma, Anafilaxia
Enfermedad caracterizada por una hipersensibilidad a determinadas sustancias (alérgenos) inocuas para la mayoría de los individuos que está producida por un error en el sistema inmunológico.
Una reacción inmune consiste en que un microorganismo patógeno o sus toxinas desencadenan en el huésped la fabricación de anticuerpos (proteínas del grupo de las gammaglobulinas séricas) contra estas sustancias extrañas, defendiéndolo frente a ataques presentes y futuros.
Todo individuo produce anticuerpos, pero los alérgicos no son capaces de diferenciar las sustancias nocivas de las inocuas, y generan anticuerpos contra una o varias sustancias inofensivas. Cuando un anticuerporeacciona con un antígeno (sustancia que estimula la formación de anticuerpos) inofensivo, se desencadena una reacción alérgica, y sus síntomas dependen de dónde tenga lugar la reacción. Si es en la nariz, aparecen estornudos y secreción acuosa nasal, siendo éstos síntomas de la fiebre del heno. En las vías respiratorias se desencadena un broncoespasmo, presentándose sibilancias ("silbidos" en el pecho al respirar), tos y dificultad para respirar, también llamada disnea, que constituyen un ataque de asma.
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En la piel, las alergias se manifiestan con la aparición de picores, manchas, ezcema o urticaria. Si se produce en el torrente sanguíneo, se desencadena una reacción grave llamada enfermedad del suero, que en raras ocasiones acaba en shock anafiláctico, que puede ser mortal.
El alérgeno (antígeno de la reacción alérgica) es usualmente una proteína o una glucoproteína; puede ser inhalado, como el polvo o el polen; ingerido, como las proteínas de la clara del huevo o el marisco; inyectado, como la penicilina, o actuar por mero contacto, como la lana, el esparadrapo o los metales pesados.
El número de sustancias a las que una persona puede ser alérgica es casi infinito. El diagnóstico pasa por descubrir a qué sustancia o sustancias es hipersensible el paciente (con cuáles reacciona en exceso su sistema inmune). Puede ser fundamental averiguar las circunstancias de la reacción alérgica, especialmente si se trata de una alergia estacional, si se desarrolla con la exposición a una sustancia concreta o si sólo se produce en un determinado lugar. En general es posible permanecer libre de enfermedad con simples medidas para evitar el contacto con el alérgeno, aunque esto es particularmente difícil en los casos del polvo o el polen.
En un individuo alérgico se pueden desarrollar nuevas hipersensibilidades, o desaparecer las antiguas. Habitualmente las alergias aparecen por primera vez de niño, adolescente o adulto joven, pero también pueden desarrollarse más tarde. Algunas veces, determinados factores psicológicos como los conflictos emocionales juegan un importante papel en los fenómenos alérgicos, llegando a clasificarse algunas alergias como alteraciones producidas por el estrés.
El mecanismo generador de las reacciones alérgicas no se conoce en su totalidad. Parece que el antígeno alcanza su órgano "diana", como las células de la mucosa nasal o bronquial, reaccionando con su anticuerpo específico; esto origina la liberación de transmisores o mediadores químicos, el principal de los cuales es la histamina; estos mediadores ponen en marcha todo el mecanismo humoral y celular de la hipersensibilidad. Sólo algunas veces las pruebas cutáneas con diferentes alérgenos pueden indicarnos cuál es el causante de la enfermedad.
El tratamiento más eficaz y mejor es evitar el contacto con el alérgeno; un alérgico a las plumas, a un tipo de polen, a un determinado alimento o a una medicina, debe eludirlos. Cuando esto no es posible, porque el alérgeno es desconocido, afecta a múltiples zonas del organismo o porque existen alérgenos en gran número, se pueden utilizar antihistamínicos, o en casos graves corticoides, para disminuir la reacción alérgica y sus consecuencias.
En otros casos puede estar indicada la terapia por desensibilización (conseguir que el paciente tolere el antígeno sin desencadenar reacción), que se aplica mediante inyecciones repetidas del antígeno, empezando por dosis mínimas que después gradualmente se incrementan según la tolerancia; las pruebas cutáneas son obligadas para realizar una terapia de desensibilización. Los tratamientos sintomáticos también son útiles y se deben aplicar cuando sean necesarios: broncodilatadores para los asmáticos, descongestionantes para los pacientes con fiebre del heno o pomadas locales para aliviar el picor cutáneo. El shock anafiláctico es una urgencia médica absoluta y requiere, entre otras medidas, la inyección de adrenalina.
Anemia
La anemia (del griego, 'sin sangre'), es una enfermedad de la sangre caracterizada por una disminución anormal en el número de glóbulos rojos (eritrocitos o hematíes) o en su contenido de hemoglobina.
Los hematíes son los encargados de transportar el oxígeno a todo el organismo, y los pacientes anémicos presentan un cuadro clínico causado por el déficit de oxígeno en los tejidos periféricos. La anemia puede deberse a: 1) defecto en la formación de glóbulos rojos, ocasionado por déficit de nutrientes, hormonas, enfermedades crónicas, genéticas u otras situaciones; 2) excesiva destrucción de glóbulos rojos, habitualmente por determinadas enfermedades hereditarias, y 3) sangrado excesivo (traumático, quirúrgico, por hemorragia interna).
Los síntomas más comunes de la anemia son palidez, disnea, fatiga, astenia, falta de vitalidad, mareos y molestias gástricas. La anemia más frecuente es la ferropénica, por déficit de hierro, elemento esencial para la fabricación de glóbulos rojos; se produce cuando aumentan las demandas de hierro del organismo para otras funciones, como en la infancia, adolescencia y gestación, o cuando existe un déficit de hierro en la ingesta (dietas mal controladas). La anemia perniciosa se produce por un déficit de vitamina B12, esencial para la fabricación de hematíes, habitualmente por defectos de absorción intestinal de la vitamina B12 en mayores de cuarenta años, a veces por carencias alimenticias. La anemia de células falciformes se debe a un defecto hereditario en la síntesis de hemoglobina.
La transfusión de sangre o de hematíes concentrados es el tratamiento de elección utilizado en las anemias graves (habitualmente en las anemias agudas por sangrado). El tratamiento de algunas anemias producidas por exceso de destrucción de hematíes conlleva la extirpación del bazo, principal órgano de eliminación de los eritrocitos. Las anemias ferropénicas deben tratarse con suplementos de hierro y las perniciosas con inyecciones de vitamina B2. La eritropoyetina (hormona producida por el riñón que estimula la producción de glóbulos rojos), sintetizada de forma artificial, se está empezando a utilizar experimentalmente en casos muy especiales de anemias. Otros enfoques experimentales se centran en la corrección de los déficit nutricionales u hormonales.
Artritis
Síntomas
Rigidez, dolor e incapacidad funcional de las articulaciones, deformación de los huesos.
Descripción
La artrosis es un proceso degenerativo de los huesos que forma parte del proceso general de envejecimiento de la persona. La enfermedad tiene su origen en esta degeneración del cartílago que protege los extremos de los huesos, en las zonas donde se produce la máxima fricción dentro de la articulación. Las artritis como verdaderos procesos inflamatorios, o artritis propiamente dichas, se clasifican en dos grandes grupos:
artritis infecciosas
artritis reumatoides o crónicas
Las primeras se presentan en multitud de enfermedades infecciosas como la tuberculosis, sífilis, brucelosis, hepatitis vírica, parotiditis, entre otras. Las artritis supuradas, que forman parte de las infecciosas, se deben a la invasión articular por gérmenes productores de pus, que entran directamente por heridas o punciones intraarticulares, por la sangre o desde focos vecinos. Las localizaciones más frecuentes son hombros, codos, rodillas y caderas.
Por otro lado, las artritis reumatoides afectan a varias articulaciones de modo difuso, en especial a las periféricas. También se las conoce por poliartritis crónicas reumáticas o reumatismo articular crónico progresivo. Se trata de una enfermedad muy frecuente que puede aparecer a cualquier edad, pero en más del ochenta por ciento de los casos empieza entre los veinte y los cincuenta años, con preferencia por el sexo femenino y con tendencia a afectar a varios miembros de la misma familia.
Otras características, que cada vez reciben mayor atención, son las manifestaciones extrarticulares. Entre un cinco y un veinticinco de los casos aparecen nódulos subcutáneos en regiones expuestas a estímulos mecánicos como, por ejemplo, la cara de extensión del codo, el dorso de las manos y la región sacra.
Tratamiento habitual
El diagnóstico de la artritis infecciosa se establece mediante punción articular, que descubre la existencia de líquido purulento en la articulación y permite aislar el germen. Al cabo de una semana se inicia una desmineralización progresiva y difusa, seguida de erosiones y destrucciones de la articulación. Si se inicia el tratamiento con antiobiótico, antes de que pase la primera semana, es posible resolver el cuadro. Si pasa más tiempo, hay que recurrir al drenaje quirúrgico. La artritis gonocócica es debida a una infección metastásica de los tejidos articulares por el gonococo.
Se instaura de diez a veinte días después de iniciarse la uretritis, también cervicitis, conjuntivitis, vulvovaginitis o proctitis gonocócicas. El comienzo suele ser poliarticular, para pasar luego a una tumefacción y aspecto flemonoso de una sola articulación. El orden de afección es: rodillas, tobillos, dedos y hombros. Si no se trata a tiempo evoluciona hacia la destrucción y reducción o abolición de los movimientos de la articulación. En el caso de la artritis reumatoide es muy importante el diagnóstico precoz.
Ante el tratamiento de una artritis reumatoidea el paciente ha de tener en cuenta dos nociones fundamentales. La primera, que los tratamientos de que se disponen no son curativos y, la segunda, que es posible que haya que emplearlos toda la vida. Los objetivos son, pues, reducir la inflamación articular, preservar la función de las articulaciones, prevenir las deformaciones y aprender a vivir con la enfermedad.
Prevención
Las complicaciones y peligros de la enfermedad están en relación con la afectación articular. Como consecuencia de movimientos y posturas durante las fases activas, se pueden producir incapacidades posteriores. Un paciente puede desarrollar contracturas en algunas articulaciones, lo que se va a traducir en disminución de los movimientos y funciones. Por otra parte, las articulaciones se pueden volver inestables, lo que facilita la rotura de ligamentos, dando lugar a luxaciones y subluxaciones.
Diabetes mellitus
Es una común enfermedad producida por una alteración del metabolismo de los carbohidratos en la que aparece una cantidad excesiva de azúcar (glucosa) en la sangre y en
la orina (hiperglucemia e hipergluconuria). Afecta de un 1 a un 2% de la población, aunque en el 50% de los casos no se llega al diagnóstico. Es una enfermedad multiorgánica ya que puede lesionar los ojos, riñones, el corazón y las extremidades. También puede producir alteraciones en el embarazo. El tratamiento adecuado permite disminuir el número de complicaciones. Se distinguen dos formas de diabetes mellitus. La tipo I, o diabetes mellitus insulino-dependiente (DMID), denominada también diabetes juvenil, afecta a niños y adolescentes, y se cree producida por un mecanismo autoinmune. Constituye de un 10 a un 15% de los casos y es de evolución rápida. La tipo II, o diabetes mellitus no-insulino-dependiente (DMNID), o diabetes del adulto, suele aparecer en personas mayores de 40 años y es de evolución lenta. Muchas veces no produce síntomas y el diagnóstico se realiza por la elevación de los niveles de glucosa en un análisis de sangre u orina.
Causas y evolución
Más que una entidad única, la diabetes es un grupo de procesos con causas múltiples, en buena parte genéticas. El páncreas humano segrega una hormona denominada insulina que facilita la entrada de la glucosa a las células de todos los tejidos del organismo, como fuente de energía. En un diabético, hay un déficit en la cantidad de insulina que produce el páncreas, o una alteración de los receptores de insulina de las células, dificultando el paso de glucosa. De este modo aumenta la concentración de glucosa en la sangre y ésta se excreta en la orina. En los diabéticos tipo I, hay disminución o una ausencia de la producción de insulina por el páncreas. En los diabéticos tipo II, la producción de insulina es normal o incluso alta, pero las células del organismo son resistentes a la acción de la insulina; hacen falta concentraciones superiores para conseguir el mismo efecto. La obesidad puede ser uno de los factores de la resistencia a la insulina: en los obesos, disminuye la sensibilidad de las células a la acción de la insulina. La diabetes tipo I tiene muy mal pronóstico si no se prescribe el tratamiento adecuado. El paciente padece sed acusada, pérdida de peso, y fatiga. Debido al fallo de la fuente principal de energía que es la glucosa, el organismo empieza a utilizar las reservas de grasa. Esto produce un aumento de los llamados cuerpos cetónicos en la sangre, cuyo pH se torna ácido interfiriendo con la respiración celular. La muerte por coma diabético era la evolución habitual de la enfermedad antes del descubrimiento del tratamiento sustitutivo con insulina en la década de 1920. En las dos formas de diabetes, la presencia de niveles de azúcar elevados en la sangre durante muchos años es responsable de lesiones en el riñón, alteraciones de la vista producidas por la ruptura de pequeños vasos en el interior de los ojos, alteraciones circulatorias en las extremidades que pueden producir pérdida de sensibilidad y, en ocasiones, necrosis (que puede precisar amputación de la extremidad), y alteraciones sensitivas por lesiones del sistema nervioso. Los diabéticos tienen mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiacas y accidentes vasculares cerebrales. Las diabéticas embarazadas con mal control de su enfermedad tienen mayor riesgo de abortos y anomalías congénitas en el feto. La esperanza de vida de los diabéticos mal tratados es un tercio más corta que la población general.
Diagnóstico
El diagnóstico de la diabetes tipo II en ausencia de síntomas suele realizarse mediante un análisis de sangre, que detecta los niveles elevados de glucosa. Cuando las cifras de glucosa en un análisis realizado en ayunas sobrepasan ciertos límites, se establece el diagnóstico. En situaciones intermedias, es preciso realizar un test de tolerancia oral a la glucosa, en el que se ve la capacidad del organismo de metabolizar una cantidad determinada de azúcar.
Tratamiento
Con el tratamiento adecuado la mayoría de los diabéticos alcanzan niveles de glucosa en un rango próximo a la normalidad. Esto les permite llevar una vida normal y previene las consecuencias a largo plazo de la enfermedad. Los diabéticos tipo I o los tipo II con escasa o nula producción de insulina, reciben tratamiento con insulina y modificaciones dietéticas. El paciente debe ingerir alimentos en pequeñas dosis a lo largo de todo el día para no sobrepasar la capacidad de metabolización de la insulina. Son preferibles los polisacáridos a los azúcares sencillos, debido a que los primeros deben ser divididos a azúcares más sencillos en el estómago, y por tanto el ascenso en el nivel de azúcar en la sangre se produce de manera más progresiva. La mayoría de los pacientes diabéticos tipo II tienen cierto sobrepeso; la base del tratamiento es la dieta, el ejercicio y la pérdida de peso (que disminuye la resistencia de los tejidos a la acción de la insulina). Si, a pesar de todo, persiste un nivel elevado de glucosa en la sangre, se puede añadir al tratamiento insulina. Los pacientes que no requieren insulina, o los que tienen problemas con las inyecciones de insulina, pueden utilizar medicamentos por vía oral para controlar su diabetes. En la actualidad, hay bombas de infusión de insulina que se introducen en el organismo y liberan la hormona a un ritmo predeterminado. Esto permite realizar un control más exhaustivo de los niveles de glucosa en la sangre; sin embargo, hay complicaciones asociadas a este tratamiento, como son la cetoacidosis y las infecciones en relación con la bomba de infusión.
Enfermedad de Alzheimer
Enfermedad degenerativa progresiva del cerebro que hoy se considera la primera causa de demencia en la vejez. Los hallazgos recientes señalan que cierto porcentaje de los casos de enfermedad de Alzheimer pueden ser hereditarios.
Fue descrita por primera vez por el neuropatólogo alemán Alois Alzheimer en 1906. En Estados Unidos afecta de 2,5 a 3 millones de personas. En Inglaterra, se calcula que el número de individuos que padecen este trastorno pasará del millón hacia el año 2010. Los porcentajes (número de casos por 100 individuos de 65 años o más) mundiales van del 0,6 en China al 10,3 en Massachussets, Estados Unidos. La incidencia de la enfermedad aumenta con la edad, pero no hay pruebas de que su origen esté en el proceso de envejecimiento.
La esperanza media de vida quienes padecen esta enfermedad está entre cinco y diez años, aunque en la actualidad muchos pacientes sobreviven 15 años o más debido a las mejoras conseguidas en la atención y tratamiento médico. La causa de esta enfermedad no se ha descubierto, aunque se dispone de terapia paliativa. La capacidad de los médicos para diagnosticar la enfermedad de Alzheimer se ha incrementado en los últimos años, pero sigue siendo un proceso de eliminación en el que el diagnóstico final sólo se puede confirmar mediante la autopsia.
Durante la autopsia de pacientes de Alzheimer se observa pérdida de neuronas en las áreas cerebrales asociadas con las funciones cognitivas. Las lesiones características de esta enfermedad consisten en la formación de proteínas anómalas conocidas como placas seniles y degeneración neurofibrilar. La naturaleza de estas proteínas anómalas y la localización de los genes que producen la proteína precursora ha sido identificada. La enfermedad de Alzheimer también se caracteriza por un importante déficit de neurotransmisores cerebrales, las sustancias químicas que trasmiten los impulsos nerviosos, en particular la acetilcolina, vinculada con la memoria. La cuestión científica más importante que se plantea respecto a la enfermedad de Alzheimer se centra en cual es la causa de que determinados tipos de neuronas sean vulnerables y mueran. Muchos investigadores están tratando de responder a esta pregunta a través de estudios que analizan los efectos potenciales de factores genéticos, toxinas, agentes infecciosos, anomalías metabólicas, y una combinación de estos factores.
Son trastornos producidos por la ausencia de sustancias específicas esenciales como las vitaminas, los minerales o los aminoácidos. De forma más genérica incluye aquellas situaciones en las que la sustancia esencial, está presente pero no se absorbe adecuadamente, o cuando el organismo no es capaz de producir algún producto natural esencial como una hormona. Enfermedades como el beriberi, el escorbuto, la pelagra o el raquitismo son debidas a la carencia de ciertas vitaminas, y la recuperación es espectacular cuando con la dieta se administran las cantidades adecuadas de la vitamina correspondiente. Algunas formas de anemia se producen por la falta de hierro utilizable (absorbible) en la dieta. En la dieta humana existen al menos diez aminoácidos, diez vitaminas y diez minerales que son nutrientes esenciales, cuya ausencia da lugar a una enfermedad carencial concreta.